Enrique González Martínez (1871-1952) El baño

mujer banandose
Ya dejas el plumón, Las presurosas
manos desatan el discreto nudo,
y queda el cuerpo escultural desnudo
volcán de nieve en explosión de rosas.

El baño espera. De estrecharte ansiosas
están las aguas, y el mármol mudo,
un esculpido sátiro membrudo
te contempla con ansias amorosas.

Entras al fin y el agua se estremece,
en tanto, allá en el orto ya parece
el claro sol de refulgente rastro.

Y cuando ufana de las fuentes sales,
de tu alcoba a los diáfanos cristales,
por mirarte salir, se asoma el astro.

Luis G. Urbina (1867-1934) Metamorfosis - Madrigal romántico

mano delicada de mujer
Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

Enrique Fernández Granados (1867-1920) A Lidia

joven mujer aspirando el aroma de una flor
¿Qué soy falso y aleve,
traidor y vil, y pérfido y malvado?
Y... ¿qué más? ¿Nada más te han declarado
los pétalos de nieve
de la cándida flor que has deshojado?
¿Que yo no tengo amor, que lo he fingido,
que Irene, diestra en la maldad me incita?
¿Que no te quiero, no, ni te he querido?...
¡Vaya una mentirosa margarita!

José Manuel Martínez Navarrete (1768-1809) Duda Amorosa

dos corazones de amor
Si por una cosa rara
dos corazones tuviera,
en uno Filis entrara,
en otro a Doris pusiera,
y allí a las dos contentara.

Pero si uno solo tengo
no podré darlo a ninguna,
porque luego me detengo
en que si le doy a una
al rigor de la otra vengo.

Darlo a las dos es buscar,
si se examina despacio,
guerra en que siempre han de estar;
porque en un solo palacio
dos no pueden gobernar.

Qué hacer en tal confusión
no alcanzó; mas si supiera,
que no había de haber cuestión,
sin duda a cada una diera
la mitad del corazón.

Así una vez discurría,
y amor, que en mi pecho estaba,
en lo interior me decía
que si a dos darlo pensaba,
a ninguna lo daría.

que es la ley la más oportuna,
aunque de un tan ciego dios,
que se quiera sólo a una;
porque aquel que quiere a dos
no quiere bien a ninguna.

Luego el corazón lo di
a Doris; y mal pagado,
al punto me arrepentí,
de que no lo hubiera dado
a Filis. ¡Triste de mí!

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) En que describe los efectos irracionales del amor

hermosa mujer recostada
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
sé que lo siento y no sé
la causa por que lo siento.

Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.

Siento un anhelo tirano
por la ocasión a la que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.

Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Siento mal del mismo bien
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.

Nunca hallo gusto cumplido
porque, entre alivio y dolor,
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.

Esto de mi pena dura
es algo del dolor fiero,
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.

Si acaso me contradigo
en este confuso error,
aquel que tuviere amor
entenderá lo que digo.

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) Monólogo de Justina

ruisenor cantando sobre una rama a la luna
Aquel ruiseñor amante
es quien respuesta me da,
enamorado constante
a su consorte, que está
un ramo más adelante.
Calla, ruiseñor; no aquí
imaginar me hagas ya,
por las quejas que te oí,
cómo un hombre sentirá,
si siente un pájaro así.
Mas no: una vid fue lasciva,
que buscando fugitiva
va el tronco donde se enlace,
siendo el verdor con que abrace
el peso con que derriba.
No así con verdes abrazos
me hagas pensar en quien amas,
vid, que dudaré en tus lazos,
si así abrazan unas ramas,
cómo enraman unos brazos.
Y así no es la vid, será
aquel girasol, que está
que está viendo cara a cara el sol,
tras cuyo hermoso arrebol
siempre moviéndose va.
No sigas, no, tus enojos,
flor, con marchitos despojos:
qué pensarán mis congojas,
si así lloran unas hojas,
como lloran unos ojos.
Cesa, amante ruiseñor,
desúnete, vid frondosa,
párate, inconstante flor,
o decid: ¿qué venenosa
fuerza usáis? ¡Amor, amor!

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) Amor costante más allá de la muerte


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansiosa lisonjera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán cenizas, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Lope de Vega -Querer la propia desdicha

mujer celosa por amor
Celos, que amor en las sospechas cría,
son de la paz una insufrible ausencia,
una solicitud y diligencia
que mueve la turbada fantasía.

Son una indivisible compañía
Celos y amor, y aun pienso que una esencia,
pero con esta sola diferencia:
que celos son la noche, amor el día.

Forzosos celos son, no son violentos;
apenas nace amor cuando los llama;
nadie puede entender sus movimientos,

ninguno defenderse de su llama,
porque si son los celos pensamientos,
¿Quién puede no pensar perder lo que ama?

Lope de Vega (1562-1635) Canción a la manera tradicional

.
Si os partiéredes al alba
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.

Si os levantáis de mañana
de los brazos que os desean,
porque en los brazos no os vean
de alguna envidia liviana,
pisad con planta de lana,
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.

Luis de Góngora -soneto

boca deseosa de besos
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
diréis que aljorfardas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ora
y sólo del Amor queda el veneno.

Luis de Góngora (1561-1627)

tortolas en amorCANCIÓN

Vuelas, ¡oh tortolilla!,
y al tierno esposo dejas
en soledad y quejas.
Vuelves después gimiendo,
recíbete arrullando,
lasciva tú, si él blando;
dichosa tú mil veces,
que con el pico haces
dulces guerras de amor y dulces paces.

Testigo fue a tu amante
aquel vestido tronco
de algún arrullo ronco;
testigo también tuyo
fue aquel tronco vestido,
de algún dulce gemido;
campo fue de batalla,
y tálamo fue luego.
Árbol que tanto fue, perdone el fuego.

Mi piedad una a una
contó, aves dichosas,
vuestras quejas sabrosa;
mi envidia ciento a ciento
contó, dichosas aves,
vuestros besos suaves.
Quien besos contó y quejas,
las flores cuente mayo.
Y al cielo las estrellas rayo a rayo.

Injuria es de las gentes
que de una tortolilla
amor tenga mancilla,
y que un tierno amante
escuche sordo el ruego
y mire el daño ciego;
al fin es dios alado,
y plumas no son malas
para lisonjear a un dios con alas.

Gutierre de Cetina (1520-1557)

a unos ojos...
ojos serenos de mujer
MADRIGAL

Ojos claros, serenos,
Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
Más bellos parecéis a aquel que os mira.
No me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis, miradme al menos.

Gil Vicente (1465?-1536)

barco en el marCANCIÓN
Vánse mis amores, madre,
Luengas tierras van a morar.
Yo no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar?
¿Quién me los hará tornar?

Yo soñara, madre, un sueño
Que me dio el corazón.
Que se iban los mis amores
A las islas de la mar.
Yo no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar?
¿Quién me los hará tornar?

Yo soñara, madre, un sueño
Que me dio el corazón:
Que se iban los mis amores
A las tierras de Aragón.
Allá se van a morar.
Y no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar?
¿Quién me los hará tornar?