Ramón López Velarde, poeta jerezano

RAMON LÓPEZ VELARDE

Ramón López Velarde
DE UN HOMBRE que se azora ante una calle de la Capital; que deja transcurrir hora tras hora contemplando una avenida rectilínea cuyo final no llega a distinguir; que acrecienta su asombro parado al pie de un gran anuncio luminoso, y que llega a excla­mar, con certeza de un gran descubrimiento: "¡Esta vida es una brujería!", sólo puede pensarse que es un simple o que posee una extrema sensibilidad, capaz de conducirlo a descubrir un gran misterio en cada cosa de la vida cotidiana.
Así, con esa mezcla de sencillez y de refinamiento de alma que le caracterizaban, es Ramón López Velarde quien en su poesía ha logrado captar mejor que nadie el pal­pitar de la provincia, hasta en sus más íntimas vibraciones, que en México están llenas de melancolía.

La inactividad de la pequeña población en que Velarde naciera no entorpeció su mente, sino por el contrario, le hizo gustar la observación sutil y aguda que da a veces un tono humorístico a alguno de sus ver­sos, como cuando describe el ambiente de un circo y dice con una extraordinaria facilidad poética:

". .. El payaso tocaba a la amazona
y la hallaba de almendra,
a juzgar por la mímica fehaciente
de toda su persona,
cuando llevaba el dedo temerario
hasta la lengua cínica y glotona.
Un día en que el payaso dio a probar
su rastro de amazona al ejemplar
señor Gobernador de aquel Estado,
comprendí lo que es
Poder Ejecutivo aturrullado..."

El aspecto humorístico de sus imáge­nes, sin embargo, cede ante la precisión de sus adjetivos, con los que logra una gracia infinita y una manera de decir las cosas tan definitiva, que habría que ci­tarlo íntegramente para obtener el espejo anímico de los motivos que inspiran sus poemas. De ahí el aparente "localismo" de la poesía de López Velarde. Si no ha podido trascender a países de distinta lengua es por la dificultad para tradu­cirlo. Pues si no existe en otro idioma una palabra que quiera decir exactamente lo mismo, con igual brevedad o concreción, es imposible dar una idea de lo novedoso y absoluto de sus expresiones:

"Sonámbula y picante,
mi voz es la gemela
de la canela.
Canela ultramontana
e islamita,
por ella mi experiencia
sigue de señorita..."

Lo extraordinario de su presencia en la literatura, además de la autenticidad y frescura de su colorido vernáculo, es la dualidad anímica que manifiesta alen­tando lo mismo la pureza de los más mís­ticos sentimientos, que la pasión desbor­dada de mundanas inquietudes.

"Soy un harem y un hospital colgados juntos de un ensueño".

Proponiéndoselo o no, Ramón López Velarde definía claramente su posición estética cuando afirmaba que: "La única originalidad es la de las sensaciones".


SEMBLANZA
Ramón López Velarde nació y creció en un medio de paz absoluta. Contemplaba la vida tranquila de Jerez, Zacatecas, donde vio la luz primera el 15 de junio de 1888.
De no ser por sus poemas, Ramón López Ve­larde hubiera transcurrido por el mundo como uno de tantos hombres sencillos de provincia, que dejan pasar el tiempo sin una proyección de vida interior, que se esconde tras la inacti­vidad para escapar del juicio del vecino. No participó en ningún acontecimiento de impor­tancia ni nada importante ocurrió en su vida, sino una lucha interna y apasionada entre el es­píritu más religioso y el más profano.
Educado en el Seminario Conciliar de Zaca­tecas desde 1902, Velarde pasó a estudiar la preparato­ria a Aguascalientes y en 1911 se recibió de abogado en San Luis Potosí, donde llegó a ser juez, como el máximo de sus aspiraciones pro­fesionales.
Por su cultura literaria y en ocasión de un viaje a la Capital, fue llamado a ocupar la cá­tedra de Literatura en la Escuela Nacional Pre­paratoria de la Universidad Nacional de Mé­xico, donde muy pronto llamó poderosamente la atención de los estudiantes sensibles y estu­diosos por sus innovaciones líricas, y la de los estudiantes juguetones por la formalidad un tanto extemporánea de su indumentaria, con­servadora de una etiqueta que lo hacía vestir siempre un "jacquet" raído y decolorado "como ala de mosca". Entre los primeros, algunos ha­brían de llegar a ser legítimas glorias de la literatura mexicana.
Muerto a los 33 años de edad, en 1921, hubo quien lo considerara oscuro e inmaduro en su proyección poética, quizá porque no logró des­cubrir el misterio que buscaba tras su sencillez, tan compleja e inexplicable como una gota de agua.
Lo cierto es, sin embargo, que por su obra, corta pero intensa, sápida, personalísima, La fi­gura de Ramón López Velarde es una de las más perdurables y trascen­dentes de la poesía mexicana contemporánea.


UA SUAVE PATRIA (FRAGMENTO)

PROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.


Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.


Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.


Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.


PRIMER ACTO


Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.


El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.


Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos . . .