Salvador Díaz Mirón -bio-

EL POETA SALVADOR DÍAZ MIRÓN


"Los claros timbres de que estoy ufano 
han de salir de la calumnia ilesos. 
Hay plumajes que cruzan el pantano 
y no se manchan ... ¡Mi plumaje es de ésos!" 
''¿Fuiste un loco? ¡Tal vez, pero esplendente! 
El sentido común, razón menguada, 
nunca ha sido artista, ni vidente, 
ni paladín, ni redentor. . . ni nada! 
si sois piedra, sed mármol; si sois planta, 
sed laurel; si sois llama, sed estrella".
"el que sensual o tímido prefiera 
al riesgo heroico, el bienestar seguro, 
viva de oprobio y de vergüenza muera!"

S. Díaz Mirón
Salvador Díaz Mirón
   Habiendo nacido en el puerto de Veracruz el 14 de diciembre de 1853, durante el decisivo período para la formación del carácter que es la primera infancia cupo en suerte a Díaz Mirón ser espectador de las postreras llamaradas y desenlace de la encarnizada pugna que culmi­nara con la intervención francesa, el fugaz im­perio de Maximiliano y el triunfo final de Mé­xico, que la vibrante lira de Víctor Hugo celebrara con epopéyicas entonaciones. ¿Cabe entonces extrañarse de los timbres románticos de su obra inicial? Y las sonoridades heroicas, épicas de sus primeros tiempos ¿no serían acaso el eco, las postreras resonancias del sangriento período de ebullición por el que había pasado México desde la guerra de Independencia? Y, en ese inconmensurable afán de perfección que caracteriza su obra ¿no se manifiesta a la vez el anhelo de seguridad, de orden que el ins­tinto de conservación impuso al país, para res­tañar sus heridas, auspiciando la interminable dictadura de Porfirio Díaz?

   La sólida preparación literaria que recibió de su padre, el poeta Manuel Díaz Mirón, capa­citó a Salvador para iniciarse desde muy joven en el periodismo y en la política. A los 25 años es diputado en la Legislatura de su Estado natal y, como representante de éste en el Con­greso Federal, en 1884 se establece en la Ciudad de México, donde su actuación parlamen­taria y sus primeros versos le conquistan de inmediato la fama.
   "En la tribuna parlamentaria y en la arenga política dio a conocer su elocuencia tormen­tosa y centelleante; cuando alzaba en la tri­buna la trémula diestra, semejaba que sacudiese un haz de rayos como un dios olímpico. Todo en él era nervioso y apasionado: el cuerpo frá­gil y apuesto, la cabeza altiva de rostro moreno, ojos obscuros y enérgicos, lacia y fuerte la me­lena, tersa y audaz la frente. Así lo vi en mis mocedades, en una época de gestas triunfantes nos cuenta Luis G. Urbina—. Y así lo vieron todos, cabría agregar, porque las vibrantes es­trofas de Díaz Mirón volaban de boca en boca y como tribuno era el "paladín de las causas populares", según definición de Justo Sierra.
   Su valor se hizo proverbial y no faltó un bravucón que qui­siera arrancarle su penacho, y como, puestos en la raya, alguno de los dos tenía que quedar, a Díaz Mirón le tocó ir a la cárcel. Y entonces descubrió que sus románticos sueños de capa y es­pada no eran sino éso: sueños románticos.
Mientras se determinaba que había obrado en legítima defensa, sufre cuatro años de cau­tiverio a partir de 1892. Si alguna culpa tuvo la compurgó con creces su hipersensibihdad de poeta. Al ser puesto en libertad Salvador Díaz Mirón ya no era el mismo: había descubierto la dura realidad de la vida.

"Quise ovaciones, codicié oropeles,
y en la tribuna y con la lira supe
ganar aplausos y obtener laureles.
Después . . . mi gloria huyó con mi ventura
y, como nube tenebrosa, el duelo
ha cerrado en mi alma la abertura
que daba grande y esplendente al cielo!"

   Salvador Díaz Mirón, sin embargo, no se refugia en sueños exóticos como los poetas modernistas, sino que afronta la realidad evolucionando hacia el naturalismo.
   En 1904, vuelve al Congreso y seis años des­pués agrede a otro diputado y se le desafuera y aprisiona hasta la caída de Porfirio Díaz.
   En 1912 dirige el Colegio Preparatorio de Jalapa y después "El Imparcial", bajo el ré­gimen de Victoriano Huerta y, poco antes de caer éste se expatria. En La Habana vegeta dando clases hasta que Carranza le permite re­gresar a México.
   En 1927 Díaz Mirón es nombrado Director del Colegio Preparatorio de Veracruz y fallece poco des­pués, el 12 de junio de 1928, siendo transladados sus restos a la Rotonda de los Hombres Ilustres en la Ciudad de México. El ya lo había dicho:

"Tengo fe en mí: la adversidad podría 
quitarme el triunfo pero no la gloria".


SU OBRA

"¿Qué palabra mejor que la que canta?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El poeta es el antro en que la oscura 
sibila del progreso se revuelve; 
el vaso en que la vida se depura, 
y, libre de la escoria, se resuelve 
en verdad, en virtud y en hermosura! 
¡No hay gloria de más claros arreboles 
que la de ser, en la penumbra inmensa, 
uno de esos crisoles 
en que la luz del alma se condensa 
como el fuego del éter en los soles!"
"La poesía! Pugna sagrada, 
radioso arcángel del ardiente espada, 
tres heroísmos en conjunción: 
el heroísmo del pensamiento, 
el heroísmo del sentimiento 
y el heroísmo de la expresión!"

   Con voz tonante de gallardo acento, lanza Díaz Mirón en sus inicios apasionado mensaje de gran contenido social en versos que de inme­diato lo encumbran a la fama: oda a Víctor Hugo, Sursum, A Gloria...

"Sabedlo, soberanos y vasallos,
proceres y mendigos: 
nadie tendrá derecho a lo superfluo 
mientras alguien carezca de lo estricto". 
"Grandes no son los hombres que obedientes
inclinan la cerviz a todo yugo, 
grandes son los que se alzan insolentes
y a la faz del pasado dicen: ¡Mientes! 
escupiendo en el rostro a su verdugo".

Tales versos le conquistaron a Díaz Mirón aplausos que pronto desdeñaría resentido por el cautiverio consecuencia de infortunado duelo.

"¡Infames! Os agravia 
que un alma superior aliente y vibre, 
y en vuestro miedo, trastornado en rabia, 
vejáis cautivo al que adularais libre".
"¡Aún sé cantar; y en versos que perduren 
publicaré a los siglos mi venganza!"

Y la venganza de Díaz Mirón fue cambiar radicalmente de postura estética, pasando del romanticismo al realismo y al más crudo naturalismo.

"Externarse con metro gallardo 
y en fiel copia es el triunfo del bardo".

   Producto de esa transmutación es "Lascas" (1901) que no se cansa de admirar la crítica por la difícil perfección de sus versos.
   Después, de 1902 a 1928, la producción poé­tica de Díaz Mirón no es muy abundante; desdeñoso del aplauso fácil serena su numen enfrascándose en complicados refinamientos técnicos.
   "En el crisol de su poesía fue quemando, sin llama y sin ceniza, su propia vida. —Acota Cas­tro Leal.— Sus mejores realizaciones forman parte del más puro tesoro lírico de la lengua castellana".